"Dicen que los otros se reconocen en uno así como uno en los otros para evitar el olvido, si nadie se acuerda de nosotros es como si no hubiésemos existido, eterna paradoja de la vida que gira frenética en espiral. En ella dejamos rastros antes de coser nuestra mortaja de estrellas y nuestros hijos y sus hijos se encargarán de preservar lo que fuimos."
Ese texto lo escribí hace más de un año y lo retomo para acordarme de Armando Herrera en este homenaje íntimo que compartimos su familia y amigos.
Lamentablemente nacimos en un país desmemoriado, una parcela del planeta que se olvida a sí misma y repite una y otra vez los errores de ayer y de antier: la intolerancia, el sectarismo, la ceguera, el egoísmo, la estolidez y la incomunicación.
Nos hace falta gente conciliadora como El Gato, con la habilidad de encontrar coincidencias en posturas divergentes, y sobre todo con la capacidad de saber escuchar.
Ayer pensaba que El Gato hubiese sido un excelente ministro de relaciones exteriores: hombre de mundo, culto, con convicciones firmes, amante de la vida y de su tierra. Aunque quién sabe si por modestia hubiese aceptado el cargo.
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