lunes, 13 de diciembre de 2010

TIO ARMANDO/ POR MIGUEL PARADA GUIROLA

Querido Tío Armando, 
No quiero desaprovechar este momento, para dirigirme a usted.
Tengo el recuerdo de usted siempre con una actitud relajada y juvenil y cuando digo juvenil, quiero decir una persona que vive y goza el presente, que tiene pasiones y se mueve y busca realizar cosas y disfruta de sí mismo y eso es lo que me ha quedado de su presencia aquí en este mundo lleno de un montón de cosas más.
Eso, la juventud mezclada con cierta quietud y madurez que no solo los años lo dan, me parecía a mí, una mejor alternativa frente a otras actitudes, que me eran más rígidas, autoritarias y menos flexibles, su flexibilidad y humor, Tío, hacían de su trato, algo mucho más natural y tranquilo y me mostraba que no necesariamente uno al ser mayor y tener una familia, se vaya a volver aburrido y monótono, sino que uno puede mantener esa juventud y seguir siendo flexible y espontáneo. Ese es el primer mensaje que pude captar de su presencia.
Tío Armando, usted siempre fue para mí esa persona que se salía del típico papel de persona mayor tratando a la persona menor, yo sentía un contacto muy directo con usted gracias a su manera de ser, a pesar de la diferencia de edades que nos separaban.
Recuerdo cuando usted me tomó unas fotos en el jardín de mi casa y yo, aprovechándome un poco de su flexibilidad le quité su cigarro para que me hiciera una foto así, sin fumar claro, yo no podía, tenía sólo 12 años, pero me puse el cigarro en la boca, y usted al principio me decía, nombre, dámelo de regreso, y yo, no, sólo hágame la foto así y luego se lo doy, y usted aceptó.
Así de libre me sentía siempre con usted, siendo yo mismo.
Tío, la parte que yo vi y conocí de usted, esa parte fuerte y vigorosamente auténtica y espontánea, juvenil y con ganas de compartir esa energía dinámica, esa parte siempre estará conmigo, recordándome y enseñándome que no importa a qué edad uno hace las cosas, no importa que tantos problemas y situaciones de crisis uno puede estar pasando, siempre se puede hallar un momento para sonreír, ya sea despidiendo para siempre a alguien o en las condiciones más difíciles sin perder esa quietud que no la dan solo los años.
Cuando veía a mi Tía Norma y a usted juntos, sentía que eran una buena pareja, la suavidad de mi Tía Norma y el carácter juvenil que usted tenía, me hacían estar tranquilo y me sentía cómodo a su lado.
Y como la vida nos ha mostrado también la oscuridad del ser humano, tengo que traer al presente, esas horas oscuras que nos tocó vivir por la guerra civil de nuestro país y en el que pude observarlo a usted un par de días después del 11 de noviembre de 1989, lo vi a usted y a mi prima Michelle y mi primo Armandito abrazados los tres en mi casa, luego de recibir la noticia de que mi Tía Norma ya no estaba con nosotros, en esas horas llenas de dolor para todos que golpearon e hirieron a nuestro ser en lo más hondo y sagrado de su esencia, los vi a los tres por un momento y me sentí conmovido por sus lágrimas que se igualaban a las de mis primos, sus lágrimas salían con la misma intensidad y sinceridad que la de ellos, y pude ver en ese instante como nuestras vidas recibían tan fuertes golpes que cambiarían nuestra manera de ser, nuestra manera de vivir, la vida en sí nunca sería más la misma vida que todos vivimos en casa de los abuelitos y en nuestros hogares.
Y Tío, después de todo eso, que mejor mensaje se le puede dejar a la vida que continúa, a las nuevas generaciones, a nosotros, que el que usted mostró en su vida? 
Su mensaje: vivan la vida y gócenla, sean jóvenes, interésense por nuestra patria, hagan algo para que cambien las cosas, sientan con fuerza, sean flexibles y no usen su edad de mayores para imponerse o intimidar a los menores. No dejen que la muerte por más cerca que esté, les opaque la sonrisa.
 
Miguel Parada Guirola.
Alemania. 11 de diciembre de 2010.

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